La tierra nos enseña a conocernos más que todos los libros. Porque nos resiste. El hombre se descubre cuando se mide con el obstáculo. Mas, para afrontarlo, necesita una herramienta. Necesita la hoz o el arado. El campesino en su labor arranca poco a poco algunos secretos a la naturaleza y la verdad que obtiene es universal. (…)
Tengo siempre ante los ojos la imagen de mi primera noche de vuelo en Argentina, una noche sombría en que centelleaban solitarias como estrellas, raras luces dispersas sobre la planicie.
(…) A lo lejos, en la campiña relucían fogatas que reclamaban su alimento. Hasta los más discretos: el del poeta, el del maestro, el del carpintero. Pero entre esas estrellas vivientes, cuántas ventanas cerradas, cuántos astros extinguidos, cuántos hombres adormilados.
Es preciso reunirse. Hay que ensayar comunicaciones con algunos de esos fuegos que, de distancia en distancia, arden sobre la campiña.
Antoine de Saint-Exupéry. (1900 – 1944)
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